jueves, 5 de julio de 2018

Elegia para ti y para mi.


Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,

y tú te irás borrando lentamente de mi sueño.

Un año y otro año caerán como hojas secas
de las ramas del árbol milenario del tiempo,

y tu sonrisa, llena de claridad de aurora,
se alejará en la sombra creciente del recuerdo.

II

Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y quizá, poco a poco, dejaré de hacer versos.

Bajo el vulgar agobio de la rutina diaria,
de las desilusiones y los aburrimientos.

Tú, que nunca soñaste más que cosas posibles,
dejarás, poco a poco, de mirarte al espejo.
III

Acaso nos veremos un día, casualmente,
al cruzar una calle, y nos saludaremos.
Yo pensaré, quizá: "Qué linda es, todavía".
Tú quizá pensarás: "Se está poniendo viejo".

Tú irás sola, o con otro. Yo iré solo o con otra.
O tú irás con un hijo que debiera ser nuestro.
IV

Y seguirá muriendo la vida, año tras año,
igual que un río oscuro que corre hacia el silencio.

Un amigo, algún día, me dirá que te ha visto,
o una canción de entonces me traerá tu recuerdo.

Y en estas noches tristes de quietud y de estrellas,
pensaré en ti un instante, pero cada vez menos.
V

Y pasará la vida. Yo seguiré soñando,
pero ya no habrá un nombre de mujer en mi sueño.

Yo ya te habré olvidado definitivamente,
y sobre mis rodillas retozarán mis nietos.

Y quizá, para entonces, al cruzar una calle,
nos vimos frente a frente, ya sin reconocernos.
VI


Y una tarde de sol me cubrirán de tierra,
las manos para siempre cruzadas sobre el pecho.

Tú, con los ojos tristes y los cabellos blancos,
te pasarás las horas bostezando y tejiendo.

Y cada primavera renacerán las rosa,
aunque ya tú estés vieja, y aunque yo me haya muerto.

Te busco. Gioconda Belli.

Te busco
Sola yo, amor,
y vos quién sabe dónde;
tu recuerdo me mece como al maíz el viento
y te traigo en el tiempo,
recorro los caminos,
me río a carcajadas
y somos los dos juntos
otra vez,
junto al agua.
Y somos los dos juntos
otra vez,
bajo el cielo estrellado
en el monte,
de noche.
Yo, amor, he aprendido a coser con tu nombre,
voy juntando mis días, mis minutos, mis horas
con tu hilo de letras.
Me he vuelto alfarera
y he creado vasijas para guardar momentos.
Me he soltado en tormenta
y trueno y lloro de rabia por no tenerte cerca,
en viento me he cambiado,
en brisa, en agua fresca
y azoto, mojo, salto
buscándote en el tiempo
de un futuro que tiene
la fuerza de tu fuerza.

viernes, 15 de marzo de 2013

Ahora ya sè que no vendràs


Pintura: Steve Hanks Waiting

Ahora ya sé que no vendrás, pues marzo
pasea su vacilante noche por las plazas,
y la ropa puesta a secar es toda negra,
y una campana agujerea las horas.
Ahora ya sé que no vendrás
a sorprender el aire con flores de granado,
ni a soltar los azules enjambres de la luna.

Me duelen de esperarte el balcón y los ojos;
pero tú estás más lejos cada día,
más hecho a cada instante de música y recuerdo.
De esperarte, no sé ya ni quién eres:
un hombro, el hombro y la mano imposible,
los labios donde todo empieza y se concluye...

Te busco en los días lluviosos
por debajo de los paraguas,
apoyado en la pared bajo las marquesinas
de las tiendas de modas.
Te busco en las terrazas de los bares,
agotado y de vuelta,
con una sonrisa minúscula al acecho.
Te busco, con la piel y con la boca,
en las paradas de los autobuses
y en las salas de fiesta
por si, equivocadamente y a deshora, pasaste.
Te busco y estoy solo -solo, solo-
cuando la tarde abate sus alisos
y libera las solemnes palomas cenicientas,
frente al convento de las Mercedarias,
cerca de los agrios tejados y de las chimeneas,
cerca de las veletas y la pena
trasnochadora. Te busco y estoy solo
cuando la primavera, de puntillas,
se yergue como una écuyère por las barandas,
y en el insomne pinsapo de la noche
naufragan los calientes y secretos navíos.


Te espero, pero ya no te espero,
entre Madrid desnudo y las calles desnudas.
Con el amor desnudo, estoy sin ti y te espero,
pero ya no te espero...
Cierro los ojos y te reconozco;
cierro la voz y está gimiendo;
cierro mi corazón, y siento que me mata
la enfermedad mortal de la esperanza
de la que no me acabo de morir.

Primer poema de amor

Lo primero es sentir que me invade el silencio.
Huyeron las palabras, las brillantes ideas,
y apenas, niño mudo, te indico con el dedo
un pájaro, una brisa, o el día, tan hermoso.

...Al fin, querría hablarte de cosas verdaderas.
Contarte cómo he visto volar las golondrinas,
hablarte de las pocas ciudades que conozco,
de los grises pasillos de mi piso de infancia,
sacar sueños antiguos del arca, como trajes
que quedaron pequeños, abrir los gruesos libros
de neblinosas fotos, los cromos del recuerdo
de horizontes con sierras y de tardes lluviosas.
Porque eso es lo que soy, más bien que mis palabras:
una larga memoria, sonora y palpitante.

Y aunque apenas entiendo de las cosas del mundo,
tal vez pueda gustarte saber cómo es el tiempo
visto con otros ojos; y, además, es lo único
que saqué de mi vida: como el niño que vuelve
del campo, y que no trae nada que contar, sino
piedras y mariposas, y alguna lagartija...
Siempre sueño otra edad más fuerte y pura: claros
tiempos en que el poeta, sacerdotal, estuvo
en medio de los hombres, como fuente en la plaza,
con sus bueyes y viñas, su casa, rica en hijos;
sin que el traer la voz divina le arrancase
de sus hermanos, lejos, extraño y diferente.

Y me sabría igual que un pecado escribirte
de la luna, las lágrimas, el olvido y la ausencia.
Porque voy a llamarte para nombrarte esposa.
En la mano de Dios, como en una llanura
dos surcos que cobijan una sola semilla,
tal sea nuestra vida. En el campo sin bordes,
cuando cae la tarde, con una brisa leve
de soledad y frío, los desamparos juntos
de nuestras almas corran, allá, hacia el horizonte...

¡Qué bien cabes, pequeña, dentro del corazón!
Tu pelo no está hecho de sombra ni misterio,
y si hay noche en tus ojos, es una noche amiga,
como de primavera, no abriéndose a la nada,
sino con el Señor palpitando en estrellas.
Bella tú como el día, pero aun más, vencedora
de la belleza, más allá de su tragedia,
de su cruel dilema que desgarra las cosas
y con su envenenada alusión de infinito
las hace pobres sombras de más alta belleza,
perfecta, pero única, sin nombres ya, de hielo.
Vienes primero tú, y después tu belleza
te sigue, natural comitiva; entre todo
tu racimo de dones es la luz que lo dora.

Yo ya te conocía del país de los sueños.
Tu aire de niña antigua, tu palidez de antaño,
de estarte pareciendo a tu madre y la mía
cuando fueran muchachas, me están diciendo ahora
que es cierto todo aquello presentido que yace
en el alma al nacer; que todo es ya sabido,
que Dios hace los sueños con esa misma mano
con que crea las cosas que podemos hallar.

Si eres verdad, es cierto todo lo que soñamos.
En medio de la huida de las cosas, en medio
de la duda y la niebla, y este nunca curable
terror a la asechanza de la desgracia ignota
que nos ahogaría de pronto sin remedio,
yo acabo de encontrar algo que nada puede
quitarme; el amor éste que te tengo y que irá,
hecho huella en el alma, hasta el mar de lo eterno,
como río que llega del país del dolor.
De "La espera"

Josè Marìa Valverde